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Los olvidables

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# 10

27 de noviembre de 2025

Sueñan los olvidables vivir de verdad; sueñan con ser de verdad y no fingir la vida.
Sueñan los olvidables con aparecer en los diarios.
Sueñan los olvidables con esas dos abstractas fechas.
Sueñan los olvidables con que sus hijos no lo sean.
Sueñan los olvidables con convertirse en héroes, cuando ya lo son.
Sueñan los olvidables con ese instante que los justifique.

Shah Jahan no construyó el Taj Mahal: fueron los olvidables quienes arrastraron el mármol.
Vespasiano no cargó con esas viejas columnas: fueron los olvidables quienes murieron dentro de ellas.
Sueñan los olvidables con que alguna belleza del mundo lleve su nombre, aunque sea en secreto.
Sueñan con su sepulcro de bastas alegorías; con tres figuras femeninas que resuman su vida entera.

Shelley habló con un viajero que halló en el desierto
dos enormes piernas pétreas
y un rostro roto que aún conservaba su gesto de imperio.
En el pedestal, la soberbia decía:
«Soy Ozymandias, rey de reyes.
Si alguien quiere saber cuán grande he sido,
que supere alguna de mis obras».
A su alrededor —solo arena. Solitaria arena, llano olvido.
¿Qué será de nosotros que no hemos hecho ninguna?

Los olvidables, que no merecen menos que una pirámide
coronada por el disco solar,
flanqueada por las hermanas Isis y Neftis.

Los olvidables que rezan para que sus huesos sean visitados 30 años después de su muerte,
20, 10 años después de su muerte.

Los olvidables, que vagan sus horas sin forma, con su turbia memoria,
que desglosan la inutilidad de las palabras y, allá, a lo lejos, esperan la muerte.

Los olvidables:
los que sostenemos el cielo sin que el cielo nos vea;
los que creemos en lo eterno siendo efímeros;
los que soñamos con el legado y somos, simplemente,
olvidables.